martes, 19 de mayo de 2009

Qué tiempos aquellos 2 - El Retorno -


Me ha hecho mucha ilusión que mis amigas Mila y Dana me hayan dicho que el post de las vacaciones en Fuengirola, incendio incluido, les había encantado. Lo reconozco, es de estas anécdotas que contaremos durante el resto de nuestra existencia para pasmo y jolgorio de conocidos y nietos. Y como llevo unos cuantos días con la cabeza funcionando como una centrifugadora, voy a sacarme de la manga algún que otro recuerdillo más. Más que nada porque creo que el disco duro empieza a hacer warning, warning y hay que sacar información a toda pastilla, antes de que el sistema se vaya al garete y me quede más tontusa de lo habitual. Pues ahí va, chicas, esto es en vuestro honor y en el de todos aquellos que se pasan por aquí y me regalan su atención por unos minutos.


Retrocedamos unos añitos.... ¿recordais nuestras Nocheviejas?


Mi madre nos alquilaba la tienda por el módico precio de una botella de anís y otra de coñac que le duraban ya el resto del año. Poníamos dinero entre todos y comprábamos cosas de beber y comer para pasar la noche lo mejor posible. La imagen de las barras de fuet colgadas de la columna central adornadas con globitos de colores todavía me persigue a ratos. Colocábamos serpentinas por todos lados, cambiábamos las bombillas blancas por otras de colores, Julio se traía la cadena de música y la tarde del 31 de Diciembre la pasábamos de preparativos y colocando las botellas sobre el mostrador. Luego, tras las uvas, íbamos llegando del mejor humor del mundo. Hubo años que hicimos el amigo invisible, otros que organizamos una exposición de fotos, otro hicimos karaoke (Mila y yo de Juan Luis Guerra, virgensantaquécosa), bailamos el Devórame Otra Vez, organizamos la hora del heavy, nos cogimos unos colocones de lo más divertidos, llenábamos la alcantarilla de restos....


Se me agolpan las cosas en la cabeza. Como aquella vez que Javi Yepes se presentó con una vecina rubia y dicharachera, a la que la sección femenina cogió una manía importante al minuto y medio de entrar por la puerta, más que nada por su afición al intento de ligue de todo bicho masculino viviente. Ese fué el año en que nuestro ínclito Roso batió el record Guinnes de intentos en bailar agarrao. Persistente el chico. Tambien me parece estar viendo la botella del licor aquel de sospechoso color moradito llamado Parfait Amour, de temibles efectos secundarios y que jamás he vuelto a ver en las estanterías del Alcampo. Claro que el nombrecito del mejunje de marras fué superado por el Pisang Ambon, pero esa es otra historia...


Eran años de discos de vinilo en los que cada cual se traía los que le gustaban. Jorge voceaba el Azzurro de Celentano a pleno pulmón y se emocionaba con Aviador Dro (y sus obreros especializados) antes de pedir algo de los Patadas. Julio y Miguel, mucho más elitistas, nos regalaban lo mejor de Supertramp y Dire Straits (que ya los distingo, de verdad) o con los golpes en el pecho que se daba el negro aquel de apellido MacFerrin o algo similar. La sección pachanguita era propiedad de las chicas, que bailábamos como posesas las canciones de Modern Talking mientras nos hacíamos kilómetros y kilómetros correteando por todas partes. Monste y Oscar nos ilustraban con las mejores canciones heavys de la historia y del momento mientras sacudían el pelo y tocaban la guitarra invisible. Pero si hasta mi cuñado, que entonces sólo era proyecto de cuñado, se trajo un año un disco de los Chunguitos. Vivir para ver.


Hubo años en que, para animar el cotarro, había que traer ciertas cosas: un gorro o sombrero, unas gafas, algo rojo... Y otras ocasiones en que nos visitaban amigos y conocidos que iban o venían de otras fiestas. Hasta la farmaceútica de la esquina se pasó una vez que estaba de guardia. Si es que éramos más famosos que cierta sidra. Además no puedo olvidarme de que fué en una de estas Nocheviejas cuando conocimos a nuestra Dana y la adoptamos para siempre.


Solíamos acabar cuando ya el día estaba cerca, cansadísimos, con sueño, frío y tratando de ponernos de acuerdo acerca de la hora en que quedaríamos para limpiar por la tarde. Sobraban tantas cosas que luego, durante meses, teníamos bebida para cumpleaños y reuniones. Hace poco, y aunque parezca mentira, tiré una botella de vodcka que había de aquellos entonces y que estaba arrinconada en mi armario de la terraza. Claro que poco antes me había deshecho de otra de Quina Santa Catalina que le compramos a Mila por aquello de que recuperase el apetito. Menuda solera debía tener.


Me dejo muchas cosas en el tintero, pero lo importante es que recordar es un ejercicio muy gratificante si es para estas cosas. Esta tarde de lo que de verdad me acordaba era de ciertos regalos que pasaran a los anales de la cutrez, como el Pente de Tomás o el joyero de plastiquillo con música hortera de María Luisa. Pero corramos un túpido velo. Ella ya no nos habla.




2 comentarios:

  1. Cuando miras hacia atrás todas las canciones son horteras (recordar a Modern Talking ha hecho que me estremezca) y todas las rubias que entran en el grupo, víboras devorahombres :-D. Parece que esto empieza a funcionar, ¿no? A ver si convences a tus amig@s para que además de leerte pongan comentarios, que son la salsa de los blogs. Un besito, guapa.

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  2. te pondria algo pero es k me da perece leerlo xDxD
    ya te pondre otro comentario cuando pueda
    xau
    besotes

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