domingo, 14 de junio de 2009

Alucinante

Ayer las Moreno Sisters y nuestras respectivas familias nos reunimos en Pinares para celebrar el cumple de mi sobrina. Dieciseis añazos ya. Y cómo le lucen. Está guapísima, mayorcísima, presumidísima y divinísima en general. Realmente no es sobrina como tal, porque su madre y yo somos primas, pero ya nos vale, para el caso es lo mismo. Como mi tía está recién operada de una cadera y anda un pelín renqueante, mi prima decidió que la fiesta de cumple la haríamos en la urbanización dónde vive su madre y aprovechar la terraza del bar, que está bajo frondosos arbolitos y donde siempre nos tratan a cuerpo de emperatriz. El único invitado añadido y con el que no contábamos era el horrible calor que nos golpea por los madriles estos días. Ayer, 39,5 grados cuando salíamos de casa a las seis de la tarde, lo que provocó que a eso de las siete, cuando ya estábamos sentaditos y con las jarras de sangría chorreando hielo, se montase una tormenta de las que hacen afición. Huimos al interior, claro, dónde el aire acondicionado era lo más parecido al Nirvana.

Como siempre en estas ocasiones, las conversaciones fueron de lo más variado y en gereral nos lo pasamos francamente bien entre raciones, tapas y bebidas frescas. Fué casi al final, cuando estábamos a punto de irnos (las 11 de la noche, habíamos vuelto al exterior, pero ni refrescaba ni porras) cuando mi primísima contó lo que le había pasado a mi hermosa sobrina cumpleañera hacía unos días. Y alucinamos todos a una como Fuenteovejuna.

Mi prima tiene a su madre recién operada y a su abuela con un pié roto. Ella es hija única, asi que la pobre se multiplica como los panes y los peces y va todo el día corriendo para llegar a atender a las dos cojitas, llevar y recoger a hijo pequeño al cole, preparar comidas, hacer tres compras diferentes... Vamos, un estress de vida, la pobre. Hace unos días, cuando volvió a casa, reventada, agotada y al borde del colapso, su hija le dijo que le dolía muchísimo la garganta, que si se tomaba algo o bajaba a la farmacia. Ellos tienen el centro de salud a la vuelta de su casa, dos minutos andando y, cómo era sábado, le dijo que, mientras ella subía la compra del coche y se ponía con la comida, que la niña bajase de una carrera (era sábado) y que le dijese al médico que le diese algo, porque a simple vista tenía placas en su dolorida garganta.

Y allá fué mi sobri, tan mona ella, a una semana de cumplir los 16. Cuando volvió traía unas recetas en la mano y las instrucciones para tomarse los medicamentos. Mi prima, aliviada, le preguntó si había tenido algún problema. Y la niña le dijo que el médico le había advertido "que la próxima vez que fuese a consulta tenía que hacerlo acompañada de un adulto". Alucinante. Es decir, que con la nueva ley una niña de 16 años puede abortar sin que lo sepan sus padres, pero no puede ir a médico a que le receten antibióticos para la garganta. Y eso que la niña le dijo que su madre no podía ir.

A mí estas cosas me dejan completamente ojiplática. Que no le está pidiendo metadona, ni la píldora del día después ni una revisión ginecológica. Que con abrir la boca las placas se veían de lejos. Para unas cosas tanto y para otras tan poco. Hay que remolacharse.

1 comentario:

  1. Supongo que le tocó el novato de turno que piensa que las normas son lo más importante, como cuando los seguratas de mi empresa me miran con cara de "qué vienes a robar" y "¿seguro que trabajas aquí?" cuando me dejo la identificación en casa (cosa demasiado habitual por cierto), a pesar de que hace 11 años que me ven cada día allí. En cualquier caso, supongo que si la niña fuese a pedir la píldora del día después, el médico sería consecuente y le diría que tenía que ir acompañada de un adulto. Aunque pensándolo bien, al final se la acabaría dando, seguro.

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