martes, 11 de agosto de 2009

Feliz cumpleaños, cariño mío.


Hoy, 11 de Agosto, mi niño cumple 16 esplendorosos años. Exactamente a las 12 y 56 minutos del mediodía y con un calor abrasador, como hoy. Parece mentira lo selectiva que puede ser la memoria porque lo primero que me viene a la cabeza es su carita, su escaso pelo rubio, los deditos de sus manos que se metía en la boca. Y que no podía dejar de mirarle allí en su cunita de metacrilato a pesar del cansancio, del dolor, de los puntos dados a lo vivo y de las ganas de llorar que me ahogaban el pecho. Recuerdo que lloriqueaba en la sala de recuperación y que me moría por cogerle y abrazarle. Quizá por eso, cuando me lo dieron por fín, no quería soltarlo.


Aún sigo abrazándolo con ganas, a pesar de que casi me saca una cabeza. Es un adolescente en toda regla, con su puntito contestón, pero sigue siendo especialmente cariñoso y le encantan mis achuchones o que me vaya con él a ver la tele a su cuarto para tumbarnos juntos en la cama y reirnos un rato. Cumple con las normas que le marcamos sin demasiados peros, llega a su hora, cuida de su hermana y sus primos cuando es necesario, hace recados, friega platos, recoge su habitación y lleva más o menos bien el curso. Me siento muy afortunada por que sea como es, porque viendo lo que hay por ahí, lo cierto es que tengo una joya reluciente.


Mi tesoro tiene nombre de rey legendario, adora los castillos y las catedrales, las ruinas, las excursiones, el baloncesto, correr, los comics de Naruto, la Play Station, los AC DC, Mago de Oz y los Kiss, los museos, el aire libre, messengearse con sus amigos, las pelis de acción, los videos de trompazos. Y se rie a carcajadas, feliz, sin pensar en mañana ni en lo que pasará dentro de un rato. Crece sano y sin miedos.


En días como hoy, en que en cierto modo yo también cumplo años, le miro y me siento terriblemente orgullosa. Se que he cometido muchos fallos, que muchas cosas las podría haber hecho infinitamente mejor, que a veces he perdido los nervios, que en ocasiones he sido un perfecto desastre. Pero su sonrisa es igual que la que lucía cuando apenas era un bebé. Mi mayor empeño ha sido que los recuerdos que mis hijos conservasen fuesen felices, porque se muy bien las heridas que el pasado deja. Ahora me fascina escucharle contando cosas que hemos vivido y me emociona que recuerde una gasolinera antes del amanecer, camino de la playa, cuando compramos donuts recientitos. O cuando me subí con él a una montaña rusa. O cuando se tumbaba sobre mi tripa, embarazada de su hermana, y le contaba cuentos.


Feliz cumpleaños, mi vida. Te quiero y te querré siempre.

1 comentario:

  1. Para que se te caiga un poquitín más la baba (de manera totalmente justificada, of course) te diré que muchas de las cosas que le gustan (las catedrales, los castillos y las ruinas, los AC/DC, los museos, reirse a carcajadas,...) son responsabilidad tuya (o una casualidad de esas que no me creo). Como bien dices, crece sano y sin miedos, y con una madre que le adora, añadiría yo. Así, desde fuera, parece que tienes un hijo bastante afortunado :) Felicítalo de mi parte.

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